Libertad de expresión: un lujo de los valientes.
Imagen (Proceso).
A todos los periodistas caídos en combate, en honor a su labor y compromiso con la verdad.
alonso_erosa@live.com
@RobertoAErosa
Veracruz es la tierra pantanosa donde la verdad se hunde en su propio jugo. El ejercicio periodístico se toma muy en serio, cuando éste está comprometido con la realidad de un estado acribillado por las desapariciones, por la muerte, por el dolor, por la incertidumbre. Todo empezó con un tal Herrera, continuó con un Duarte y empieza con un Yunes. Los periodistas, realmente responsables con la sociedad y con la verdad, encuentran la muerte dudosa e inexplicable.
Nada se puede resolver, todo queda en un limbo oscuro del que nada sale. Una carpeta foliada que se vuelve estadística, una investigación sin culpables; la negación de la verdad no los exime de ésta. Aunque parece que así lo creen. Con Fidel, Duarte y Yunes ya van 24 periodistas asesinados (Gómez, 2017. P. 27). Yunes apenas empieza su record, por fortuna sólo durará dos años. Casos como los de: López Olguín (Noticias Acayucan, 2011), López Velasco (Notiver, 2011), Regina Martínez (Proceso, 2012), Mendoza Delgado (Escribiendo la Verdad, 2015), se unen al del ahora fallecido Ricardo Monlui.
La Criminología, no puede quedar indolente ante tales hechos. Esto por dos razones: la verdad y el compromiso con la sociedad. Partiendo del primer punto, la verdadera Criminología no puede voltear al otro lado a ver abejitas, mientras se encuentran más de 250 osamentas en una fosa y se siguen asesinando periodistas, si ésta no conoce la verdad, no experimenta la inseguridad, no podrá prevenirla. Debe conocer el fenómeno a profundidad y con esto no se dice que deba ser víctima, porque para conocer y aprender no hay que ser víctima, hay otras maneras.
El segundo punto no es menos importante: cualquiera que se llame criminólogo, debe de tener un amplio sentido de compromiso con la sociedad. Indignarse ante las aberraciones y canalladas que viven sus congéneres es lo que ha llevado a esta sociedad a la cúspide del avance social. Bien lo decía Hobbes «el hombre es un lobo para el hombre». Del asombro y el enojo han emanado las leyes para el bienestar; prescindimos así de una libertad individual, para un bienestar colectivo, parafraseando a Freud.
La verdadera, comprometida y ética labor periodística, es una gran herramienta para nosotros los criminólogos, no solo nos permite ver el otro lado de la realidad, el lado no politizado, sino que nos adentra en ella, como bien lo dije anteriormente, no necesitamos ser víctimas de los criminales para tener la experiencia, basta leer unas líneas y tener un poco de empatía, para sentir indignación y repugnancia sobre los hechos que cada vez más debilitan nuestro tejido social.
La Criminología aún debe vislumbrar otros horizontes que coadyuvan en su objetivo, los periodistas son compañeros de labor, no solo nos muestran la realidad, sino que nos transmiten emociones, que son útiles para nuestra función. Es bien cierto que hay que ser objetivos, pero primero la violencia que vivimos merece que nos indignemos, que exijamos, que gritemos, después nos enfriamos, analizamos, estudiamos y proponemos, porque somos seres humanos, no robots.
Los gobiernos fallan todo el tiempo y si no fuera por los periodistas, tal vez no nos enteraríamos y viviríamos en una fantasía tipo Huxleyiana. El problema de la inseguridad es un tremendo fallo en el sistema que acarrea, dolor, enojo, odio y más violencia. Todo justifica el aparato punitivo, la ley de seguridad interior no es más que un intento por mantener el belicismo y el salvajismo en las calles. Con los militares rondando, la verdad será estrangulada en cuestión de tiempo.
Los periodistas, los verdaderos periodistas, éticos y responsables, son los causantes de que el público sepa las mayores aberraciones que se cometen en nombre del poder. Así como gritamos, en nombre de las mujeres asesinadas: ¡Ni una más!, los comunicadores merecen ese mismo grito, igual de fuerte, igual de potente, lleno de enojo y hastío. La Criminología debe gritar por ellos, porque gracias ellos sabemos y podemos prevenir.
La verdad no debe ser una cuestión de sangre, ningún periodista debe ser asesinado en nombre del silencio, nuestros periodistas, no son de guerra, pero viven una. La realidad está ahí, los muertos salen a la vida, nada se puede ocultar, todo brilla tarde o temprano, el dolor nunca desaparece y la verdad nunca olvida.