“LA CUESTIÓN DEL MAL DESDE LA FILOSOFÍA PESIMISTA DE SCHOPENHAUER”
INTRODUCCIÓN
El alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860), se le conoce como “el filósofo pesimista” que hace contraposición a las doctrinas positivistas de Leibniz; es un crítico acérrimo de las doctrinas hegelianas.
Su interés por la filosofía es debido a las lecturas de Platón, Kant y Spinoza, y a las conversaciones que tuvo con su entrañable amigo Goethe, que junto con las corrientes de pensamiento oriental (budismo e hinduismo) conforman su paradigma del pesimismo filosófico.
El presente escrito tiene como finalidad mostrar el pensamiento de Schopenhauer implícitamente en relación al problema del mal, plasmados en actitudes en su doctrina filosófica, tal como el mismo lo resume en una frase: “el mundo es el autoconocimiento de la voluntad” , donde dicha voluntad de vivir es un mero sufrimiento que es parte intrínseca de ser humano, y que este mismo sufrimiento nos obliga a buscar una alternativa para vivir de la mejor manera posible, entonces, esta búsqueda se convierte en daño para sí mismo y para el otro.
“LA VOLUNTAD COMO PRINCIPIO UNIVERSAL”
Schopenhauer aseveraba que el principio fundamental de la vida es la voluntad, tal como el título de su obra más representativa: “El mundo como voluntad y representación”; el universo entero es meramente voluntad, o como lo denomina él: aquella cosa en sí, la esencia misma de todas las cosas entendiéndola como el movimiento primario del ser humano que puede llevarse a cabo de manera consciente o inconsciente.
Su influencia kantiana da razón a determinar la voluntad como cosa "en sí". No obstante la cosa "en sí" no es algo incognoscible como sostenía Kant, sino que para Schopenhauer la voluntad como fundamento originario se halla íntimamente presente como esencia en cada uno de los seres individuales.
La voluntad de vivir lleva en sí misma, por principio, la insatisfacción radical de no satisfacerse, nos acarrea toda nuestra desgracia y todo nuestro sufrimiento; nuestra realidad es una decepción, un dolor consustancial al vivir; el dolor puede ser físico o psíquico y provocado por la violencia física de nuestros semejantes, o por la simple maldad que nos caracteriza en cuanto a especie. “Vivir, por regla general, significa experimentar una serie de desgracias, grandes o pequeñas”.
Para el filósofo, el género humano se le puede comparar con el reino animal, donde cada animal es presa de otro, y la única manera en la que pueda conservar su existencia es suprimiendo constantemente a otro animal. Así, en el ser humano que busca la supervivencia de su sufrimiento, no encuentra otra manera de salvarse que oprimiendo a otros, en una constante lucha con otros seres; a consecuencia, su voluntad de vivir se alimenta de sí misma y de los demás.
En Criminología, la agresividad forma parte de la personalidad criminal, que es una característica de organismo humano animal que busca su protección. Schopenhauer decía: “La vida del hombre es un combate perpetuo, no solo contra los males abstractos, la miseria o el aburrimiento, sino también contra los demás hombres”. La humanidad se ha compuesto de animales de presa, puesto que cada ser buscará el dominio del otro para no ser sometido, pero detrás de este existe uno con mayor voluntad de vivir de la mejor manera posible, que lo someterá; entonces, el mundo por principio es una lucha constante entre el más fuerte. Queda preciso el aforismo de Hobbes donde menciona que el hombre es el lobo del hombre. De modo que este mundo no es nada bueno por naturaleza, el mundo es todo malo.
El pesimismo de su doctrina filosófica sostiene que este mal predominante que se presenta en el ser humano, por principio, es imposible erradicar o suprimirlo, puesto que el mal es parte esencial de la existencia del ser humano, intentar eliminar el mal es intentar eliminar nuestra propia existencia; el mal es, por naturaleza, parte fundamental del ser humano; nuestra condición humana está ligada a un conflicto entre el bien y el mal, tal como Dostoievsky lo mencionaba “ el bien y el mal luchan constantemente y el campo de batalla es el corazón del hombre”, pero en esta batalla (como ha mostrado la historia) el mal está prevaleciendo. Este pensamiento coincide con Kant y su “mal radical”, puesto que también considera que el mal tiene sus raíces en la naturaleza humana universal.
Schopenhauer sustenta el mal como algo positivo, tal como lo ve con los males del mundo: “Nada conozco tan absurdo como la mayoría de los sistemas metafísicos que explican el mal como cosa negativa, cuando, por el contrario, es lo único positivo, dado que hace sentir”.
El criminal sufre por que su voluntad de vivir feliz se ve sosegada e insatisfecha por un mundo que es todo malo; el dolor proviene de querer y sin embargo no tener, y para tener, necesita someter a el otro; entonces, el criminal desea las cosas que tiene el otro, por lo que esta voluntad buscara el daño de su prójimo para encontrar su bienestar personal, ya sea por un fin lucrativo como dinero o propiedades o por el simple hecho de ver sufrir a alguien más, tal como él lo esta sufriendo.
La vida humana corre inconsciente cuando nada se opone a la voluntad. La humanidad no elige entre el bien y el mal, en lugar de esto, es impulsada por una voluntad universal maligna; entonces, la humanidad lleva consigo mismo violencia.
Todos podemos ser malos, puesto que estamos entre el umbral de lo humano (bueno) y lo inhumano (malo). La condición del hombre es la tragedia de la humanidad, por que nuestra voluntad deseará tener lo que el otro si puede tener; nuestro sufrimiento se convierte en un victimario.
Para Schopenhauer, solo hay tres resortes fundamentales de las acciones humanas, y todos los posibles motivos obedecen a ellos: el egoísmo, que quiere su propio bien y carece de limites; la malevolencia, que quiere el mal ajeno y llega a la extrema crueldad; y la piedad que es la grandeza del alma, donde busca el bien del otro.
El egoísmo también forma parte de los componentes de la personalidad criminal. Para ilustrar hasta donde llega el egoísmo del ser humano, el filosofo escribió lo siguiente: “Muchas personas serían capaces de matar a un hombre para coger la grasa del muerto y untarse con ellas las botas”. Aquí entiende el egoísmo como fundamental del ser humano, complemento del mal, donde cada persona se considera supremo a cualquier otro, todo gira alrededor de el, nada más importa que su finita existencia; los demás son solo un camino más para conseguir sus objetivos; no existen limitaciones ni privaciones, por ello, podemos dañar a nuestro prójimo.
Todo obstáculo que surge entre su egoísmo y sus apetitos excita su mal humor, su cólera, su odio; es un enemigo que es menester aplastar. Ante estos sentimientos egoístas y antimorales, se ven vislumbrado el verdadero instinto del hombre, donde despliega su poder. La pulsión de un egoísmo que insta por poseer, se convierte en deseo de matar, ya que cualquier acción es necesaria para poseer lo que esta en el otro.
A pesar de lo anterior, existen acciones que van contra la fuerza que propicia el egoísmo de dañar al otro, estas son las acciones morales, que tienen como principio la compasión para abandonar el egoísmo, aunque sea por breves momentos.
Schopenhauer considera que hay una conciencia en la naturaleza que suele confundirse con la verdadera, esta es la conciencia bastarda. La angustia y el arrepentimiento nacidos por nuestros actos, no son otra cosa mas que el mero temor a las consecuencias, solo así el ser puede arrepentirse de sus actos.
“EL ESTADO, EL MAL NECESARIO”
Independientemente de nuestra moral, existe un intermediario que regula esta insaciable y narcisista maldad, que deposita los derechos de cada individuo en un poder supremo al de cualquier persona y nos obliga a respetar a nuestros semejantes: El Estado.
Según la filosofía política de Schopenhauer, el Estado actúa como “bozal” para estas fieras salvajes, donde parte de Thomas Hobbes en su libro Leviatán, en el cual afirma que sin gobierno “la vida de los hombres es solitaria, pobre, desagradable, embrutecida y breve”. Por lo que el origen del Estado tiene como principio superar la situación primitiva del ser humano, por lo tanto cualquier forma de gobierno es mejor que ninguna.
Solo así, la ferocidad y perversidad arraigada al ser humano es amainada. Schopenhauer entiende al Estado como una obra maestra de un egoísmo inteligente y razonable, suma de los egoísmos individuales de las personas. Pero, al ser el Estado una creación de unos seres imperfectos, de naturaleza egocentrista y de naturaleza mala, trae como consecuencia una paralización del poder protector, a consecuencia estallan los apetitos de dañar al prójimo para nuestro bienestar ilusorio. Es aquí donde Schopenhauer difiere con Hobbes, puesto que piensa que todo sigue igual a pesar de que exista un gobierno.
CONCLUSIONES
El mal siempre ha sido un debate entre diferentes pensadores, donde surgen las interrogantes de su origen, y si este viene arraigado en nuestra forma de ser.
Creemos que la maldad siempre es ejercida por unos cuantos que nacen con la capacidad malvada de hacer daño al otro, pero la realidad es que la maldad forma parte de una lucha interior insaciable de nuestra voluntad. Una voluntad egoísta que, por naturaleza, sufre y siente un vacío, que es rellenado con el dolor del otro, por que no existe vida más valiosa que la suya. Nuestra existencia, nuestra naturaleza, nuestra humanidad, es la conformación del bien y el mal.
Esto conforma la filosofía del pensador Arthur Schopenhauer, en relación al mal.